¿Para qué hacer zanjas y camellones hoy, en 2022, más de 300 años después de que se abandonara esta forma de cultivo?
¿Para qué, además, si la reglamentación de las reservas forestales en Colombia no nos permite producir en ellos comida? Por ahora en las reservas no se puede cosechar maíz, ni quinua, ni frijol, ni nada que se sembrara antes en aquellos camellones, ni que podamos comer los que no tienen tierra.
¿Para qué cavar zanjas si no serán lugar de pesca, ni el vaivén del agua y su contaminación permiten que vivan en ellas, por ahora, ni cangrejos, ni guapuchas, ni capitanejos, ni capitanes?
Tal vez porque todo esto que digo es un “por ahora” y las puertas, a veces, hay que irlas abriendo de a pocos.
Ya verlos surgir ante nuestros ojos, nacer de las zanjas, hacer otro paisaje, hablar de lo cóncavo y lo convexo, fue muy emocionante.
Esperamos que este fragmento revivido de zanjas y camellones, esta mesa de tierra, llame al maíz, llame los peces, llame los patos, llame de nuevo la mesa bogotana. Y que algún día comida no sea más sinónimo de veneno, ni de acaparamiento.
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Desde el 9 de abril (justo el 9 de abril), iniciamos el proceso de dar vida a un fragmento de las zanjas y camellones de la Sabana de Bogotá.
Comenzábamos a algo que, según todas las noticias que tenemos, no se hacía desde hace al menos 300 años.
Nos tocaba imaginarlo.
Lo primero era pedir permiso al lugar. El ritual de permiso de la poderosa abuela Blanca Nieves, y su memoria viva como guía. (Ya contaré esa historia, la historia de las zanjas de La Salitrosa, del robo y muerte de la milagrosa quebrada La Salitrosa y de lo que significaron las zanjas para este proyecto).

Ese día hicimos apiques para ver el nivel frático, y el flujo del agua en el terreno. El agua llenaba cualquier huequito que hiciéramos, en abril apareció a los 45 cm, hoy, a menos de 10 cms está. Es una sabana de agua, este lugar, la sabana inundable de los muiscas.




Dos meses después del ritual pudimos comenzar, abrió la sesión la historiadora y arqueóloga Lorena Rodriguez, contando la historia de los camellones bogotanos, que ella ha investigado a profundidad y además, de forma invaluable, ha difundido para todos.


Con Alejandra Hernández y Zoitsa Noriega, pedimos de nuevo permiso y nos fuimos entonces todos a tierra, varias personas a quien ahora daré los créditos, y el grupo de investigación creación de estudiantes de la Universidad de Los Andes y la Universidad Nacional.
Podar, demarcar, comenzar a abrir zanjas.


El segundo día empezamos a ampliar las zanjas, y de ellas como en un negativo, comienza a surgir el camellón. El camellón es tierra invertida.
Guido Caicedo, Juan Rodríguez y Jesús Larrota diseñaban en terreno estrategias: la primera, construir represas por etapas, para que el agua permitiera el trabajo. La segunda, ya en el tercer día, hacer las zanjas de diferentes niveles: arriba profundas, de 60 cms, abajo de entre 20 y 30 cms.




Proceso: Domingo 3 de julio de 2022





Guido, Jesus, y Juan hicieron una represa de agua para que les permitiese trabajar. Durante el proceso han abierto y cerrado el flujo el agua dependiendo del nivel de inundación.
El primer camellón que surgió de la tierra, tiene 10 metros de largo y 3 de ancho. Las zanjas 1.50 de ancho. Las zanjas siguen el flujo de agua del terreno




Pareciendo de grandes dimensiones, para una habitante del centro de la ciudad, allí en la inmensa Sabana es apenas un primer y mínimo punto, un guión, más bien.
Lo iremos observando, y comenzaremos a hacer surgir otros de la tierra. Para lo que fueron los camellones, para los que se ven en Jaboque aún hoy, estos son pequeños, y son así por una razón: el tamaño del camellón depende del ancho y de la profundidad de la zanja, y hoy no sabemos cuánta agua habrá, cómo fluctuará, si varía mucho su nivel con estos soles, o si iremos pudiendo ampliarla. Es un proceso de estudio y de conversación con el lugar, y ese diálogo es lo que es emocionante y necesario hoy, cuando se impone más de lo que se escucha.

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